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Condenados a repetir la historia

Mayo 1 de 2014

Puebloviejo se encuentra en riesgo de desaparecer en veinte años, a causa del voraz mar Caribe, tal y como sucedió en 1928, cuando una inmensa marejada se tragó hasta la iglesia de esta histórica población y sus habitantes tuvieron que embarcarse en cayucos en medio de las inundaciones, para poder salvar el único símbolo por el que daban la vida, su patrono San José. Hoy pese a numerosos antecedentes, el ciclo de las fuertes olas no para de hacerles daño.

 

El adagio popular reza que las personas que ignoran la historia de sus pueblos, están condenados a repetir los errores una y otra vez. Así sucede en Puebloviejo, un municipio entre la Isla Salamanca y el mar, que desde su fundación en 1528 por Friar Tomas Ortiz, ha permanecido en el tiempo amenazada con desaparecer por la impetuosidad de un océano, que no para de devorar la tierra que alguna vez fue fértil.

 

La erosión está haciendo más de las suyas y está amenazando no sólo con destruir la vía más importante para la economía del norte de Colombia, entre Ciénaga y Barranquilla, sino también con destruir Puebloviejo, territorio donde han llegado desde ingenieros locales, hasta especialistas importados de Europa, para frenar este fenómeno cíclico que según los estudios geológicos colombianos, en 10 años acabará con vastas zonas costeras del departamento del Magdalena.

 

Aunque los expertos se gastan grandes presupuestos oficiales tratando de dar con la solución definitiva que aún no asoma a la vista, los puebloviejeros están seguros que en aproximadamente dos décadas, la historia en que el agua salada tumbaba casa y arrasaba cultivos, se repetirá, porque el océano vendrá con toda su fuerza a reclamar el territorio que fue invadido por el hombre.

 

LO COTIDIANO VS LO CIENTÍFICO

 

En Puebloviejo, donde abunda la pobreza, pero sus habitantes crecen a punta de pescado, le tienen un afecto especial al mar que han visto ir y venir con sus olas durante toda una vida. Gente adiestrada en faenas de canoas que desafían el viento, predicen lo que sucederá en unos años si no se toman los correctivos a tiempo.

 

Para proteger la tubería de gas enterrada en el mar, la empresa Promigas contrató, en el 2004, a ingenieros del Centro de Investigaciones Oceanográficas e Hidrográficas del Caribe (CIOH). En primera instancia visitaron Puebloviejo donde se reunieron con la población, y rechazaron ese conocimiento adquirido por los nativos sobre el océano, el cual es privilegiado porque no se aprende en las aulas ni de las más prestigiosas universidades.

 

“Estos ingenieros nos irrespetaron al indicar que nuestro conocimiento cotidiano no era válido como el científico. Culpo a Promigas de esta situación porque nunca nos quiso escuchar. En 1965 el mar se encontraba a 2 mil metros de la carretera Ciénaga- Barranquilla”. Cuenta el educador Carlos Domínguez Ojeda, quien en su juventud diariamente se trasladaba por esta vía para realizar sus estudios de economía en Barranquilla, advirtiendo como el mar día a día se adentraba a la población.

 

Aunque los ingenieros rusos contratados por Promigas diagnosticaron diez años atrás que el problema de erosión costera no destruiría la infraestructura vial de esta parte del litoral, el estudio ha quedado sin fundamentos porque actualmente el mar amenaza la estabilidad de esta carretera. “Dijimos que la única solución era la construcción de espolones para salvar la tubería y el pueblo, pero no nos escucharon, por eso el problema se ha agudizado”, indicó Domínguez Ojeda.

 

Según los puebloviejeros, la tubería enterrada de Promigas ha influido en la agudización del fenómeno erosivo originado entre Ciénaga y Barranquilla, donde la solución, para contrarrestarlo, aseguran, sería la construcción de espolones en forma de te que permitirían la recuperación de la playa.

 

EL MAR SE LO TRAGÓ

 

Mientras el profesor Domínguez, sentado en una banca en su vivienda frente al mar, brilla los objetos antiguos heredados por su abuelo, relata el día en que una ola de cuatro metros de altura ‘sepultó’ a su municipio; recordado sólo cada cuatro años por la clase política del Magdalena.

 

Relata que en Puebloviejo entre 1748 y 1770, se dieron los procesos más fuertes de erosión en esta zona del Magdalena. Siendo alcalde Pascual Guerrero y cacique Antonio Del Castillo, trasladaron a San Juan de la Sabana a veinte familias amenazadas por las corrientes del mar. Estas reubicaciones eran conocidas en la época como ‘mudanzas folclóricas’.

 

“Cuando el mar se estaba acercando a la población, el Comandante iba de casa en casa buscando a los hombres de la familia para desentechar y destablar las chozas de palma que eran ubicadas más lejos del mar. Así se fue poblando lo que hoy es el occidente de Ciénaga”, cuenta Domínguez con la certeza que lo certifica como el principal historiador del poblado.

 

De la primera arremetida del mar logró salvarse Puebloviejo, que no contó con la misma suerte un 9 de abril de 1928, cuando una especie de tsunami, como lo describe el maestro, cubrió de agua a toda la población. Los techos de zinc de las casas de tabla fueron el único soporte firme que tuvieron los animales que sobrevivieron sobre las láminas desprendidas por la marea.

 

Bajo un cielo gris y lluvioso, los puebloviejeros huían de la fuerte corriente del mar de la mano de sus hijos y nietos hacia el ‘Camino Real’, la parte alta del pueblo, donde sobre ella fue construido en 1960 un tramo de la Troncal del Caribe. “Desde ese lugar veía como el agua se llevaba los techos de las casas hacia la Boca de la Barra. Estábamos asustados, la tierra temblaba y mi abuela me dijo ‘si debemos morir lo haremos en esta tierra’ ”, recuerda uno de los más veteranos profesionales que decidió no salir de su terruño.

 

Entre el pánico, desde lo alto, los pobladores miraban como el mar se llevaba los sueños y las historias vividas en las esquinas de sus casas de madera. Decidieron enviar a los cuatro habitantes más altos de la población a la iglesia a sacar a San José. “Buscaron cuatro cayucos y montaron al santo, a medida que iban caminando la gente se arrodillaba, de repente el agua bajo al punto de quedar todo seco. Esto fue un verdadero milagro”, manifestó don Carlos.

 

Debajo de la salada agua, quedaron desde casas de madera, hasta lujosas mansiones como la del General Florentino Manjarrés, el hombre más importante del Magdalena en el Siglo XIX, después del ex presidente Campo Serrano.

 

También quedó bajo el agua la iglesia del pueblo, ubicada a 200 metros de la orilla del mar, detrás del actual colegio San José de Pueblo Viejo. De esta sólo existen fotografías donde se observa el campanario del templo construido en el Siglo XVII, que hoy está en las profundidades del mar a más de 500 metros de la orilla.

 

“Cuando era niño iba con mi tía a la orilla de la playa, encontrábamos oro. Cuando el mar bajaba se veía lejos la torre de la iglesia y el hospital, que poco a poco fue derrumbado por la corriente”, indicó Carlos Domínguez, quien asegura que han enviado buzos para buscar tesoros que nunca hallaron.

 

UNA MALDICIÓN

 

Alrededor de este fenómeno natural producto de los problemas erosivos que se presentan desde el siglo anterior, también existe un mito sobre la maldición que lanzó el párroco de la iglesia a Puebloviejo.

 

“Del templó se robaron el manto y el copón, y lleno de rabia el cura se marchó, pero antes de irse maldijo al pueblo diciendo: ‘Maldita gente, deben pagar por este acto’. Por casualidad empezó a meterse el mar a la población, por eso gran parte de los puebloviejeros se ubicaron en la Ciénaga porque esta localidad desapareció”, indicó el historiador cienaguero, Edgar Caballero Elías.

 

El primitivo Puebloviejo se encontraba ubicado a dos kilómetros de distancia de donde se localiza actualmente esta misma población. “Donde queda actualmente el municipio había agua, que se secó a través de la draga Colombia en el Gobierno de Rojas Pinilla”, afirmó el profesor Domínguez.

 

A esto se le suman las referencias del historiador Guillermo Henríquez, quien con sus canas y experiencia, resalta la tenacidad de los puebloviejeros. “Aman ese territorio original de los indios, lo reconstruyeron varias veces, sobre todo la iglesia”, dijo.

 

EL MAR VUELVE Y ATACA

 

Si bien el comportamiento del mar es impredecible, este lanza avisos antes de arremeter. Puebloviejo siempre ha estado en peligro de desaparecer producto de los fenómenos erosivos. Esto ha sido advertido a los alcaldes por la población.

 

“No vamos abandonar nuestra tierra, moriremos aquí. Me han tratado de loco, el mar poco a poco viene comiendo, las autoridades han invertido millonarios recursos en estudios que no han servido para nada”, asegura el docente Domínguez Ojeda.

 

Entre la fresca brisa, la bibliotecaria de Ciénaga, Margarita Bonett, indica que el único damnificado es el mar porque los puebloviejeros invadieron su espacio. “Construyeron las casas en la zona baja y las administraciones han sido ignorantes porque no tuvieron la firmeza para evitarlo”, dijo.

 

Por el contrario, los habitantes están seguros de que es el mar el que les ha robado su territorio. “Mi abuelo antes de morir me dijo ‘salve a este pueblo con unos espolones’ pero me han vetado”, puntualizó Carlos Domínguez Ojeda.

 

UN DESASTRE ANUNCIADO

 

Con la construcción entre 1956 a 1960 de la carretera Ciénaga – Barranquilla, se produjo un impacto ambiental del cual después de muchos años la población continúa padeciendo, porque los ingenieros que lideraron este proyecto interrumpieron los canales de flujo de agua dulce y salada en la Ciénaga Grande de Santa Marta.

 

En ese momento, el ingeniero magdalenense Rafael Castañeda, le recomendó al Gobierno Nacional construirle a la carretera Ciénaga- Barranquilla los boxcolvert porque la naturaleza lo estaba pidiendo, pero fue ignorado por el Gobierno del General Rojas Pinilla. “En Bogotá siempre han hecho las cosas en contra de los intereses de la Costa”, indicó el historiador Henríquez.

 

Como consecuencia de la falta de desagües en esta infraestructura vial, la comunidad aledaña a esta, comenzó a protestar porque los mangles se estaban muriendo. Fue hasta ese momento que se tuvo en cuenta la recomendación del ingeniero Castañeda, en el Gobierno de Alberto Lleras Camargo.

 

EN 20 AÑOS DESAPARECERÍA

 

De acuerdo a los conocimientos cotidianos del economista y especialista Domínguez Ojeda, el no construir los espolones en los puntos más críticos de la erosión costera, ocasionaría en 20 años la desaparición de Puebloviejo. “Ya está advertido, pero me han tratado de loco”.

 

En este sentido, los espolones salvarían a sus pobladores de desaparecer del mapa colombiano, porque tanto la corriente de San Francisco como la del río Magdalena golpean directamente a esta población, y la infraestructura de cementó perdería sus fuerzas. “El Gobierno se preocupa más por evitar que el agua destruya la carretera y el capitalismo de la región, pero no se interesan por el bienestar de los puebloviejeros”, asegura Carlos Domínguez.

 

La tesis de construir espolones para solucionar la problemática erosiva es argumentada por el historiador Guillermo Henríquez, al rememorar aquellos tiempos en que Ciénaga tenía poder económico y político para montar a congresistas. En aquella época, el exsenador Isaac J. Pereira, gestionó recursos para construir los primeros contrafuertes en este municipio. “El Estado no ha hecho nada porque esta localidad no reporta ni un centavo”.

 

UN PROBLEMA CÍCLICO

 

Los problemas erosivos son naturales y cíclicos porque se presentan en determinado tiempo. Los antecedentes indican que los embates del mar han causado inundaciones tanto en Puebloviejo como en Ciénaga; en este sentido, las autoridades no se han concientizado en buscar formas contundentes para combatir este fenómeno.

 

“Las obras que se están haciendo en el Kilómetro 19 no van a durar nada, la brisa y el oleaje las deteriorarán, hasta el momento no habido un proyecto de ingeniera que pueda contrarrestar la erosión”, afirmó doña Margarita Bonett, quien considera que a la hora de construir la vía no se tuvo en cuenta el movimiento de las mareas.

 

Nuevamente, se está dando el movimiento de la marea, y como consecuencia la problemática erosiva se ha agudizado. Hasta la fecha no ha sido propuesta una obra de alta ingeniería para poder mitigar el embate del mar. “No creo que por ahora sea posible evitar que el agua se adentre a la carretera”, manifestó la licenciada Bonett.

 

Hasta la fecha las autoridades departamentales han experimentado con todo tipo de estudios, la forma de detener la erosión que se presenta con mayor agresividad en el kilómetro 19 de la vía Ciénaga- Barranquilla, amenazada con desaparecer por el hambriento océano azul.

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