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Una nueva oportunidad desde la cárcel

Abril 1 de 2014

*No hablo del delito que cometí porque estoy convencida de que la cárcel es un espacio que sirve para la resocialización de personas que han cometido errores como yo; además, porque todo aquel que no ha estado aquí te juzga, te señala por lo que tú hiciste, y te impide trabajar y reorganizar una vida social… entonces para qué hablar de cosas que te perjudican, más bien, hablar de lo bueno, de lo que se aprende aquí y de lo que yo, Lucila Niño, logro hacer desde la cárcel.

 

Yo soy de San Juan Nepomuceno, Bolívar, como mi madre, mi padre era un sanjacintero.

 

Siempre me gustó estudiar, pero a pesar de ello no terminé el bachillerato.

 

Así, conocí al que fuera el padre de mis hijos, que en total son cinco: cuatro hembras y un varón, y me ganaba la vida como comerciante en un puesto estacionario donde ofrecía lentes y relojes. Yo ya era una mujer hecha y derecha cuando me cogieron, y mi marido, mi negocio, todo me tocó dejarlo atrás, cuando mi hija menor apenas cumplía 10 años.

 

Entonces, con la fuerza que me caracteriza decido que estar encerrada no quiere decir que mi vida está tirada, tengo que seguir con lo que soy, aprovechar mis talentos y demostrar mi trabajo, y apenas llegué a la cárcel de San Diego (Cartagena), validé los tres años de bachillerato que me faltaban.

 

Luego comencé a aprender tejido con las Damas Rosadas y así empezó el camino de lo que hoy es mi fundación.

 

El proyecto de la fundación ‘Post-penitenciaria para una nueva oportunidad’, nació pensando en las familias de los internos que sufren y quedan despatriadas; en los niños que se preguntan sin entender ¿Por qué se llevaron a mi papá, por qué me quitaron a mi mamá? Entonces, mientras nos encargamos de ellos afuera buscándoles ayudas educativas y psicológicas, adentro el interno está resocializándose, organizando su vida para esa reinserción.

 

Todo empezó un día, en que como si fuera un ángel, así como los que siempre han protegido a mis hijos, pasó el diseñador Hernán Zajar por el frente de la cárcel, en el lugar donde exhibíamos nuestros trabajos, y al ver una de las mochilas que hacíamos, se sorprendió y preguntó por mí. Así, me llamaron y trabajamos una muestra bien grandota de mochilas tejidas en fique de colores para exportación, y tras ello comenzaron a llegar las ayudas.

 

Me surge la idea de capacitar a los internos dentro de la cárcel, porque si uno mira bien ellos salen y regresan enseguida, porque como no aprendieron nada, como no se les lava el cerebro, entonces vuelven a delinquir. Además por el hecho de que nadie les da trabajo, todo el mundo nos tiene estigmatizados. Para toda la vida quedamos marcados.

 

Pero de pronto, como si se tratara de una pesadilla, me trasladaron un 11 de abril. La verdad me fui sin entender lo que me había pasado, ahora creo que fue por el hecho de que yo era fiscal de un grupo de derechos humanos de internos, y había un grupo de funcionarios a los que no les gustó que yo reclamara muchas cosas, y por eso estoy segura que dieron la orden para que me trasladaran.

 

En Montería duré siete meses, fui profesora, estuve a cargo de capacitaciones, pero aún así interpuse una tutela porque para mi familia y para mí era mejor que yo estuviera en San Diego. La tutela falló a favor mío, y fue después de la orden de desacato, que hacen mi traslado pero no como yo quería para Cartagena, sino a la cárcel Rodrigo de Bastidas aquí en Santa Marta.

 

Si yo me hubiera quedado allá, desde hace mucho el proyecto de mi fundación ya estaría afuera, ya se verían mis productos en la calle y se vería el trabajo con los internos, sin embargo, dejé de luchar por el traslado cuando mi hijo me dijo: Dios quiere algo contigo, quédate quieta mami. Decidí olvidarme del mundo y desde que llegué a Santa Marta hace 5 años, no me puedo quejar.

 

Ahora, un poco más organizada, invertí las ganancias que tenía de mis trabajos y junto con Nel López Ruiz, mi socio, otro interno que lastimosamente fue trasladado, invertimos cada uno dos millones de pesos y ahora tenemos formalizada la fundación, todo ha sido esfuerzo de trabajo duro, y afortunadamente contamos con el apoyo de la familia de él, su hermano es el representante legal de la empresa, y su madre y su hermana nos colaboran con las actividades externas como son papeleos y atención del almacén.

 

Aquí en Santa Marta con un grupo de 25 internas, desde el 12 de febrero, hemos logrado reunirnos, y es un trabajo de responsabilidad, porque la idea no es tener una fachada, sino algo honesto y limpio, algo para no volver a delinquir porque delinquir no paga, y la idea es que dejemos de pensar que por el hecho de que hallamos cometido un error, no significa que no tengamos una nueva oportunidad.

 

Todos mis talleres son de formación, empiezan cuando nos reunimos y reflexionamos en torno a el libro ‘Sembramos semillas de libertad’, libro que me regalaron en el Inpec de Montería cuando hice parte del curso con el dragoneante Hernández.

 

Este libro es de gran importancia para los talleres de la fundación, a través de el retomamos esos valores que dejamos tirados, la confiabilidad, la humildad y la honestidad ausentes en este medio en que nos vemos.

 

Yo ahora tengo mi taller junto con quienes trabajan con suelas y calzado, como el compañero Ovidio, y creo que ahora sí comenzó el trabajo con mi fundación. Ya estamos gestionando cursos para las internas, la idea es lograr con el Sena, Cajamag y otras empresas capacitaciones para las internas, que ahora hacen actividades solas.

 

Lo más bonito es que nadie me detiene, ni un problema de mi columna; vivo dopada con pastillas e inyecciones, y a pesar de ello, con esfuerzo pusimos un almacén en la calle 15 # 25-72 lugar donde me ayuda mi prima Gladis. Estamos en los procesos de registro en Cámara de Comercio para poder ponerle nombre al sitio, allí vendemos peluches de excelente calidad y buenos precios.

 

Lo primero que voy a hacer al salir es visitar a mi familia, reunirme con mis hijos, aunque ellos ya están organizados todo ha sido muy duro. Voy a recuperar todo ese tiempo.

 

Tengo muchas promesas de personas que fueron internos, y si los mismos internos ayudan, de la sociedad espero bastante, y le pido no sólo ayudas para el proyecto para poder organizar el espacio que por el hacinamiento es muy reducido, así como materiales para muñequería, sino que también perdonen nuestro errores, que ya no nos miren como delincuentes, porque la gran mayoría de internos estamos dispuestos a presentarnos ante la sociedad como personas útiles.

 

Ahora que he cumplido casi diez años de los 16 a los que me condenaron, considero a los internas e internos mi familia, ¡y qué familia más grande tengo!, que familia más bonita a la que siempre le digo que no se preocupen, que yo los voy a ayudar, salgo y me voy a dedicar a esto junto con Ricardo otro interno que está en Barranquilla con quien tengo una relación hace tres años, vamos a ayudar a todos los internos de todas las cárceles de Colombia: donde quiera que haya un interno ahí va a estar yo, Lucy.

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Línea de atención: (57) (5) 4210101 

Cel: 300 815 46 18

Santa Marta, Colombia

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